miércoles, 24 de octubre de 2012

Caso Gamarra: fortuna, celos y gran ambición

La muerte del empresario Rubén Gamarra, dueño de un emporio comercial en la ciudad de Puerto Ordaz, entre ellos el principal periódico de la zona: Nueva Prensa Guayana, es digna de un seriado policíaco, pues encierra los principales elementos de atracción que garantizarían su éxito: ambición, pasión, celos, una cuantiosa fortuna y una supuesta esposa que mató con veneno a su infiel marido, con la ayuda de su amiga-asistente.
El 17 de noviembre de 2008, la ciudad sureña del país fue sorprendida con la noticia de la muerte del comerciante, de origen peruano, nacionalizado venezolano. Las primeras versiones señalaron que había fallecido producto de un infarto al miocardio; sin embargo, la sapiencia de una médico forense permitió comprobar, de acuerdo con el expediente, que Gamarra Sobenes había muerto por envenenamiento.La historia, que encierra infidelidades y ambiciones desmedidas, comenzó el citado día, cuando se cumplió el 14° aniversario de bodas de la pareja Fondacci-Gamarra, festejo que no llevó consigo una gran celebración, sino un prolongado velorio, que terminó con un cadáver parcialmente carbonizado, tras detener con una orden judicial el proceso de cremación.

Ese día, Rubén Gamarra desayunó solo en su residencia de Loma Linda del Country Club, pues su esposa tenía ya cuatro meses residenciada en la ciudad de Lima, Perú, con sus tres hijos —dos de ellos producto de su relación con el empresario—. Sin embargo, la mujer tomó las previsiones del caso: ordenó que se sirviera al mediodía la comida favorita de su pareja y en su puesto de la mesa se dispusiera una copa de vino blanco, además cuidó el detalle de un ramo de rosas con la dedicatoria: “Siempre estaremos juntos hasta la eternidad”.

De acuerdo con Fondacci este distanciamiento no fue producto de problemas maritales, como algunas personas desean hacerlo ver, en virtud de que su esposa tenía una familia paralela formada con Elys Márquez, con quien también tuvo una hija.

La acusada indicó en su columna del dos de mayo del 2011 que esta “decisión alternativa fue superar una condición médica a través de terapias y descanso del estrés laboral y de modus vivendi”.

El dueño de medios, de un equipo de baloncesto y de empresas de construcción, desayunó un emparedado y una primera taza de café. Posteriormente partió hasta la sede del diario en compañía de uno de sus escoltas, en el trayecto buscaron al segundo guardaespaldas. Ya en el periódico se reunió con dos compañeros de trabajo y tomó una segunda taza de café, en la que —supuestamente— estaría el veneno que le costó la vida.

Al poco rato, Gamarra decidió revisar las obras de construcción que estaban en marcha en ese momento y se dirigió hasta su empresa, donde convulsionó y falleció. El hombre, de 55 años, ingresó sin signos vitales al hospital Américo Babó, de la empresa ferrominera. Los especialistas de este centro médico trataron de reanimarlo por más de 45 minutos, sin éxito.Rita, su hija, explicó que —en virtud de que había fallecido fuera de un centro asistencial— debió practicársele la autopsia de ley y ante la apariencia de sus órganos vitales y el color de su tez, la médico forense tomó la determinación de enviar muestras de su tejido hasta la ciudad de Caracas para practicar toxicología.

En el expediente, el fiscal Capote señaló que la profesional del Cicpc Marlene López determinó que la víctima presentó “una intoxicación orgánica sin enfermedad previa que sufre infarto agudo al miocardio y hemorragia digestiva, no compatible con el infarto y presentes en casos de intoxicación por envenenamiento”.

Al realizarse el estudio químico, el 19 de noviembre de 2008 a las muestras de sangre, contentivo del jugo gástrico, hígado, baso, pulmón y corazón se determinó la presencia de “metomilo y derivados cumarínicos que son los principales activos de algunos productos químicos utilizados como rodenticidas, confirmándose como causa de la muerte el envenenamiento con rodenticida (raticida)”.

De acuerdo con las investigaciones el veneno fue dispuesto por la asistente de Gamarra, Solángel Álvarez, en su segunda taza de café del día. La mujer tenía solo meses trabajando con el empresario, a instancias de su esposa. Supuestamente ella se encargó de lavar la jarra de agua y un vaso que le fue servido al editor, antes que las autoridades pudieran disponer de ellos.

Jalousie tenía intenciones de separarse de su marido, debido a las constantes infidelidades de él, pero éste se negaba al divorcio por no dividir los bienes. Los familiares de Gamarra señalan que la mujer era infeliz al lado del editor, que no compartían los mismos gustos y solo se les veía juntos en eventos muy especiales.

Rita Gamarra recuerda que tres años antes de la muerte de su padre, Fondacci fue vinculada sentimentalmente con un hombre casado, de nombre Pedro Tello, con quien ella había cursado estudios y se habían vuelto a reunir tras un reencuentro escolar. Tello y su esposa fueron asesinados en el 2005 para ser despojado de su camioneta. El nombre de Gamarra fue mencionado en esta investigación.

No obstante, estos argumentos de celos, infidelidades son rebatidos por la acusada en su columna al asegurar que: “Él como cualquiera tuvo su vida privada, oscura o no, no soy yo quien juzga; esa fue su vida y siempre mantuve al margen de nuestra relación cualquier interferencia... Mi respeto a la privacidad se mantuvo por encima de mis pretensiones de pareja. Tuve a mi lado a un ser humano, con virtudes y defectos”.

Ella, desde su sitio de reclusión, solo pide que sea considerado por los administradores de justicia el cuadro médico de su esposo, quien no era una persona sana, porque sufría hipertensión arterial, diabetes y úlceras sangrantes y que los restos químicos hallados en su organismo no corresponden a un veneno sino a Cialis.

Tras cuatro años de investigaciones, de dimes y diretes, todavía hoy los abogados de las dos mujeres acusadas por este crimen ponen en tela de juicio la real causa del fallecimiento de la presunta víctima. Incluso, como en cualquier otro caso de homicidio, en éste no hay un arma mortal: la taza donde se sirvió el último café al indiciado nunca fue encontrada por las autoridades.

Por tal motivo, la férrea batalla legal entre los hijos de Rubén Gamarra y su equipo de abogados y los representantes de Jalousie Fondacci y Solángel Álvarez gira fundamentalmente en torno a un solo tema: la causa de muerte. La defensa de las acusadas en cuatro años ha trabajado en torno a deslegitimar los únicos resultados que orientan la investigación hacia un homicidio y no una muerte natural.Para ello han atacado de diversas formas a los socios del editor, tratando de inculparlos en este hecho, y al representante del Ministerio Público, fiscal Jesús Capote, quien hasta hace poco fue el responsable de las investigaciones. Señalan un incorrecto manejo de las evidencias y violación al debido proceso. Aseguran que los amigos de la víctima manipularon sus restos orgánicos, lo cual vulnera la cadena de custodia y vicia los resultados de las experticias.

Por su parte, los hijos mayores del empresario, concebidos en relaciones anteriores de su matrimonio con Fondacci, aseguran que las acusadas están boicoteando el proceso penal, que en tres años no se ha logrado iniciar el juicio respectivo por las tácticas dilatorias de sus representantes legales ante los distintos tribunales por los que ha pasado el expediente, debido a las múltiples diligencias practicadas.

La falta de una sentencia en torno de la culpabilidad o no de las dos únicas personas detenidas por este caso ha traído secuelas en torno a la propia partición de la herencia, ya que de ser hallada culpable la mujer que compartió los últimos 14 años de vida con Gamarra, quedará excluida de la repartición de la cuantiosa fortuna, calculada sobre los 300 millones de bolívares, según declaró uno de los abogados de la viuda, a un diario de circulación nacional, el año pasado.

Rita Gamarra aseguró desconocer el patrimonio exacto de su padre, ya que era muy celoso en torno a sus negocios, tenía empresas y cuentas en el exterior que hasta hace poco “desconocíamos, además la acusada nos ha impedido participar en las asambleas como herederas para conocer realmente cómo están los negocios que él dejó”. Sin embargo, acota que el problema fundamental es este caso es de justicia y no de bienes.

Sin importar que Jalousie ya tenga dos años y medio privada de libertad, desde que se presentó ante el circuito judicial penal de Puerto Ordaz, en febrero de 2009, sigue manejando todo el emporio anclado en el estado Bolívar. Los hijos mayores solo tienen control sobre las empresas de Anzoátegui: Nueva Prensa Oriente.

Fondacci realiza las operaciones desde su celda en la policía regional de Anzoátegui, donde se encuentra detenida desde que el Tribunal Supremo de Justicia ordenó —por solicitud de la Fiscalía— la radicación del caso en otra ciudad del país, por considerar que en su punto de origen sería imposible continuar de manera precisa e imparcial las investigaciones.

Entre sus obligaciones se encuentra una columna que escribe a diario, llamada Palabras del corazón, espacio que utilizó el año pasado para —por primera vez desde que se inició la investigación— dar a conocer sus argumentos de defensa, en relación con este caso que la llevó de alta dama de sociedad a presidiaria.

Sin embargo, hasta que los administradores de justicia no dictaminen la sentencia en contra de la esposa y asistente de Rubén Gamarra será imposible conocer si la mujer, de profesión abogada y nacionalidad peruana, está siendo víctima de un complot familiar o en efecto se trata de una nueva versión de la viuda negra.

Fuente: http://panorama.com.ve

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