A la gente, visitantes y residentes, los atracan en las calles, en sus casas, en sus negocios u oficinas. Los asaltan a todas horas, de día, de noche y de madrugada. Los roban a mano armada, con pistolas, cuchillos o garrotes. Peor aún es cuando se arman en la propia casa asaltada con algún objeto improvisado.
Los malandros no tienen preferencias políticas o de género. Igual atracan, hieren o matan a un chavista que a un opositor, sea hombre, mujer, niño o adolescente.
Por lo general, los más golpeados por el hampa son los de menores recursos, los que deambulan por las veredas mal iluminadas o totalmente oscuras de los barrios, tratando de cuidar el pago de la quincena en un modesto empleo o la magra ganancia del día en la buhonería.
Los turistas son carne de cañón. Muchos son asesinados sencillamente por no entender lo que sucede, por no saber que el tipo que los está atracando anda drogado y no se apiadaría ni de un hermano para quitarle el dinero con que comprará más droga.
Pero el gobierno sigue pidiéndoles a los turistas que vengan y a los residentes que salgan a disfrutar las atracciones de la temporada, cuando la gente aquí se encierra a partir del anochecer para evitar los sitios oscuros.
¿Quién no sabe que un sector de la policía regional todavía no ha sido depurado y está en combinación con numerosos hampones?
¿Quién ignora que en diferentes barriadas se debe pagar peaje por circular en algunas calles después de ciertas horas?
¿Hasta cuándo seguirán ignorando la situación del Internado Judicial, que fue reseñada en primera plana del periódico The New York Times?
Ni Morel Rodríguez (por razones obvias), ni la Guardia Nacional Bolivariana, ni los jefes policiales, le meten miedo al hampa. Más bien, quizás, ocurra lo contrario.
Esta no es una isla paradisíaca. Es una zona de combate dedicada al turismo de supervivencia.
Augusto Hernández
augusther@cantv.net
Fuente: http://www.elsoldemargarita.com.ve
reflexione amigo... sea mejor peridista.. no se guie por ideologuias politicas..
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