miércoles, 21 de febrero de 2018

El vuelo 5R 310 de Rutaca: una historia de pánico ese 14 de febrero (+Crónica)

Eran las 2 de la tarde, del 14 de febrero, cuando salí de Ciudad Bolívar al Aeropuerto Manuel Carlos Piar en Puerto Ordaz, para abordar el avión que me llevaría a Caracas. En el counter me pusieron trabas para que mi maleta pudiera ir como equipaje de mano, a pesar de tener el tamaño y peso reglamentario. Debido al impase con la representante de la aerolínea no pude darle un buen abrazo a mi mamá y despedirme como se debe. Ella se regresó a Ciudad Bolívar. Yo me quedé en el aeropuerto a la espera de mi vuelo que, al parecer, saldría a tiempo, a las 5:30 pm.
Era precisamente el 14 de febrero, nada especial, pero mientras muchos celebraban el Día del Amor y la Amistad, yo me preparaba para abordar el vuelo 5R 310 de Rutaca con destino a Maiquetía.

Fui la última pasajera en abordar el avión, por eso de que mi maleta no le gustó a uno de los trabajadores de Rutaca y prefirió que antes metieran maletas que superaban a la mía en tamaño. Hasta el último minuto me dijo: “Serás la última y si no quiero, no te montas”. Tal vez su saña y el desconocimiento, porque le da la gana, de la frase “el cliente siempre tiene la razón”, me hubiera hecho un gran favor.

Desde allí todo inició mal. No me imaginaba en ese entonces que eso sería sólo el inicio de uno de los episodios más terribles y aterradores que me ha tocado vivir, y estoy segura que ese es un sentimiento compartido por cualquiera de los pasajeros que me acompañaban en ese avión.

El calvario apenas comienza

Despegó el avión de Rutaca y desde el inicio del vuelo sentimos que algo iba mal. A los 10 minutos de despegar se escuchó un sonido leve, volteé de inmediato a mirar cara a cara a mi compañera de asiento, nos vimos fijamente y solté la risa, no la conocía, pero le dije: “Dejemos de ser tan paranoicas”.

Pasados los 30 minutos de vuelo de la aeronave, única de Rutaca para rutas nacionales, se escuchó un sonido atípico y luego todos los pasajeros sentimos como si el avión perdiera velocidad.

Miré la cara de quienes estaban a mi alrededor y exclamé: “El avión acaso perdió velocidad, se siente como si frenó”. Un hombre moreno que estaba en la fila de adelante del lado contrario miró aterrado; la tensión se sintió en el ambiente.

De pronto cayeron todas las máscaras de oxígeno. Estábamos desconcertados en el interior del avión. Por unos segundos nadie sabía si usarlas o no. La tomé con mis manos y me la puse. Era demasiado grande la liga y no se sostenía por sí sola. De inmediato, la azafata, algo alterada, dio la indicación que nos alertaba de que no cayeron por error. Estábamos verdaderamente en problemas. “Todos deben colocarse las máscaras de oxígeno” y repitió la orden tres veces.

Se escuchaba que personas preguntaban si de verdad servían, porque no se sentía nada cuando inhalabas. Confieso que tampoco noté el paso del aire. Para mitigar las dudas, una azafata afirmó: “Parece que no, pero sí sale señora”. Entonces seguimos nuestro viaje de miedo esperando instrucciones.

A pesar del momento de pánico, todos mantuvimos la calma, mientras prosiguieron las nerviosas azafatas a indicar nuevamente los pasos a seguir en caso de que las cosas terminaran de salir mal.

Explicaron desde cómo quitar el cinturón hasta cómo usar el chaleco salvavidas, entre otras cosas. Algunos pasajeros sí encontraron sus chalecos salvavidas. Otros no lo lograron por más que lo intentaron. Mi compañera de asiento y yo nunca lo hallamos. Una de las azafatas, ante la angustia y preguntas generadas debido a la ausencia de los salvavidas, aclaraba: “No vamos a amarizar”.

Seguidamente indicaron a los pasajeros ubicados en las salidas de emergencia la manera correcta de abrir las puertas y cómo sacar el bote salvavidas. A las instrucciones de las azafatas, le siguieron las palabras del capitán anunciando la falla en un motor y la maniobra para aterrizar en el aeropuerto de Barcelona.

La sobrecargo procedió a explicar la posición de impacto. “Las manos debajo de las piernas, la cabeza pegada a las rodillas, mujeres embarazadas colocar los brazos sobre el espaldar del frente. “¿Entendieron? ¿Entendieron?”, repetía y gritaba.

Un sonido fuerte alertó. Estábamos preparados para lo peor. De repente, un señor que se encontraba sentado en el asiento que da a la ventana en la fila 12 afirmó: “Soltaron el tren de aterrizaje”. Aunque no era garantía de aterrizar sanos y salvos, igual el alma volvió al cuerpo, de donde quería salir volando presa del pánico.

Había pasado todo el vuelo rezando angustiada y sólo pedía a Dios: “Danos la oportunidad, llévanos con bien, permíteme abrazar a mi mamá una vez más, permíteme estar con mi hermano, dame una oportunidad”. En ese momento sentí calma, estaba convencida de que sí lo lograríamos.

A los minutos aterrizó el avión en el Aeropuerto José Antonio Anzoátegui de Barcelona. Eran exactamente las 7 de la noche. Todos llorábamos y aplaudíamos la audacia del piloto, copiloto y equipo que lo acompañó. Sus caras eran también una historia de terror, pero qué grandes son.

Por minutos no nos importó que no hubiera salvavidas debajo de nuestros asientos o que las azafatas no hayan estado más serenas. Entendimos a la perfección su miedo, que era el mismo que tuvimos cada una de las personas que tomamos ese avión, miedo a morir y que todo terminara allí. Estábamos felices, porque simplemente estamos vivos y podemos, además, contarlo.

Y ahora qué hacemos en Barcelona

Esta historia no acabó al aterrizar el avión. Terminábamos de vivir uno de los momentos más intensos de nuestras vidas y aún debíamos enfrentar la realidad.

La aerolínea no proporcionó otro avión para trasladarnos a Maiquetía. Los responsables de Rutaca no nos dieron mayor respuesta, no hubo refrigerio por el tiempo de espera y las opciones que nos dieron a todos fueron las siguientes:

“No hay más vuelos por hoy. Tienen tres opciones: pueden pedir la devolución del dinero, cambiar el pasaje para cualquier otro día, de acuerdo con la disponibilidad de boletos, o viajar esta misma noche desde Barcelona a Maiquetía por carretera, en unidades que serán contratadas por la aerolínea. Esas unidades se tardarán entre una y dos horas en llegar; quienes deseen irse allí deben anotarse en esta lista”.

Todas las opciones resultaban desfavorables para nosotros los pasajeros. Dos de ellas representaban dejarnos varados en Barcelona.

Quienes escogimos la opción de irnos por carretera vivimos otro percance. El autobús donde fuimos trasladados no contó con un efectivo de seguridad como había sido prometido por la aerolínea. Luego de salir de Barcelona, uno de los cauchos tuvo un desperfecto, motivo por el cual la unidad se detuvo en Puerto Píritu, mientras realizaban las reparaciones pertinentes. Superada la contingencia, continuamos el camino y llegamos a Maiquetía a las 4:30 de la madrugada del jueves 15 de febrero.

Tras esta historia, hay muchas más. Cada pasajero tiene su relato. Algunas personas perdieron conexiones internacionales. Una señora, a quien le practicaron una cirugía de corazón abierto hace seis meses, no pudo tener el control con su doctor.
Todos estos son recuerdos que quedarán para siempre en la memoria de los pasajeros del vuelo 5R 310 de Rutaca, que vivimos para contarlo.

Fuente: Desireé Mirabal - https://elpitazo.com - (PULSE AQUÍ)

1 comentario:

  1. Lo recuerdo perfectamente... en estos días veía las fotos que tomé... y el video que grabé y no me lo puedo creer aún... es un milagro que estemos vivos. Yo al día siguiente tomaría un vuelo a España donde hoy resido... yo iba sentado del lado derecho donde explotó el motor y de paso, era la salida de emergencia, la azafata me hablaba que me preparará para ayudar a evacuar a los pasajeros en caso de impacto... pero de pronto deje de escucharla, pues el descenso era tan violento que sentía que mis oídos iban a explotar, deje de escuchar inclusive de sentir con mi cuerpo, la mascarilla de oxígeno no funcionaba y si no es por el chico que estaba sentado a mi lado pierdo el conocimiento, la presión que sentí me dejó un poco sordo por varios días... de paso nos enviaron a Maiquetía en unos buses que también parecía que volcarian en carretera, de hecho uno de ellos se accidentó. Pensé por lo menos tengo una reserva de hotel para ducharme ya que mi vuelo salía al día siguiente a las 5:30 pm (pensaba después de agradecer de no haber muerto en ese vuelo), pero otros no tuvieron la misma suerte, ya que sus vuelos al exterior salían a las 4, 5 y 6 am... ya no era la muerte, ahora se trataba de llegar a tiempo para no perder el sacrificio (como era el caso de una familia entera que salía de Venezuela para vivir en Trinidad) que tuvieron que hacer para comprar ambos tickets para una familia entera, sin que nadie se hiciera responsable de ello... Douglas Serrano.

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