miércoles, 6 de diciembre de 2017

Los detalles de la “suntuosa” fiesta de Diego Salazar en un lujoso hotel de Caracas

En la semana entre el 11 y el 15 de julio de 2011 tuvo lugar en el lujoso hotel caraqueño Renaissance, ubicado en La Castellana, una ostentosa fiesta de Diego Salazar con pocos invitados pero con muchos excesos.
La fiesta corría a cargo de la Fundación Diego Salazar, que todavía hoy, consta en su página en Internet, tiene el objetivo de lograr que “la mayor cantidad de niños cuente con las condiciones y recursos adecuados para crecer sanamente”. Tiene un registro de acciones benéficas en varias partes del país, en hospitales y campos deportivos.

“Días después de la fiesta, al repasar las escenas, ese contraste me sonaría más evidente y obsceno” , recuerda un testigo presencial a El Estímulo sobre ese fastuoso evento. “No es que no existan las fiestas de organizaciones de beneficencia, a veces sirven hasta para recaudar fondos, pero es inevitable preguntarse cuántos niños pudieron ser rescatados del hambre con lo gastado en ese evento”, agrega la fuente.

La fundación tiene su sede en el mismo edificio Edicampo de Campo Alegre, Chacao, donde funcionan las oficinas de las demás
empresas de Diego Salazar hijo, el primo del otrora todopoderoso jefe de Petróleos de Venezuela, Rafael Ramírez. Hasta allí llegó
la policía política venezolana este viernes 1 de diciembre para detener al magnate de los seguros, en lo que algunas fuentes han calificado como parte de una pugna interna en el chavismo.

“Hace seis años, cuando entré a aquella fiesta, recuerdo que pensé que en un país normal mínimo un cuerpo de investigaciones
fiscales debería haberla intervenido” , observa otra fuente. Las empresas de Salazar operaron con entidades del Estado
durante varios años, bajo el paraguas “Inversiones y Asesorías Inverdt S.A” y la propia Fundación Diego Salazar.

“Entré de contrabando por la puerta de los mesoneros, confundido entre algunos proveedores. Me quedé parado en un pasillo,
mirando el ajetreo de los servicios, cómo desempacaban de una caja larga de pino blanco, protegidas con paja seca, botellas y
botellas de champaña Veuve Clicquot, algunas de Ponsardin Brut. Parecía cara y después constaté que si era”, agrega.

“Hoy, una botella de esa casa vale entre 250 y 800 euros para la brut. La champaña la enfriaban en barriles con hielo, en el
salón”, apunta el invitado. Y era de bebidas caras esa fiesta. Además corría el whisky, como fluía por aquellos años de petróleo a 100 el barril la cerveza en las fiestas de universitarios. Y no era cualquier whisky. Era Royal Salute, de la botella azul, el de 21 años de envejecimiento, el Rolls Royce de los escoceses comunes. Lo había también en la botella amarilla, a patadas. La botella vale hoy entre 100 y 150 euros, rememora el testigo.

La verdad, el primo de Ramírez tenía aspecto de cantante de orquesta. Entró al salón de una manera cinematográfica, rodeado de un séquito, con varios espalderos. “Comenzó a saludar a los amigos con apretones de manos y con esos abracitos de medio lado tan comunes entre los venezolanos”, hace memoria uno de los consultados.

Después se sentó en una especie de trono en medio de la fiesta, a presenciar un show especial. Estaban rodeados de mujeres, 
muchas mujeres, todas bellas, arregladas, algunas explotadas’ con sobretalla de senos labrados con bisturí. Reían
con exageración, mientras los hombres más comedidos eran mas discretos”, apunta. “La fiesta es sin esposas y sin novias, las
mujeres las ponemos nosotros”, recuerdo que confió uno de los invitados sobre lo que les habían dicho a su vez los organizadores.


Fuente: Con información de https://elcooperante.com - (PULSE AQUÍ)

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