A un mes de su muerte, familiares alegan que Edwin Valero “sufría de paranoia desde hacía año y medio”

“Nosotras (las hermanas) le decíamos ‘Rito Mortecina’ a Edwin porque no le gustaba bañarse y mamá (Eloísa Vivas) siempre lo perseguía por éso”, cuentan Yaurima y Andreína, hermanas del campeón mundial de boxeo, Edwin “Inca” Valero, quien murió hace un mes.
En medio del garaje de la casa de Edwin, ubicada al final del sector La Lagunita, en La Palmita (El Vigía), los Valero Vivas relataron cómo fue la vida del boxeador desde su infancia en Bolero Alto, su adolescencia en el gimnasio “Morochito” Rodríguez y hasta su corta estancia en el Ejercito.
“Edwin siempre fue peleón, pero cuando regresó de Japón se le notó muy cambiado”, coinciden los hermanos Edwar y Luis Valero.
El 3 de diciembre de 1981, a las 8:00 de la mañana, Lina Flores, una comadrona, recibió la llegada del ‘Inca’ en la humilde vivienda de Bolero Alto. Era el tercero de cinco hijos, que en total, tendría el matrimonio Valero Vivas.
“En realidad, el resentimiento que él (Edwin) tenía era que yo me había ido de la casa, pero cuando uno no puede vivir con una persona, no se puede”, argumentó el padre del campeón, Domingo Valero, quien los dejó cuando Edwin tenía 7 años.
El “Inca” siempre fue el más consentido de sus hermanos “porque era el que más me preocupaba. Andaba en malos pasos”, recordó. En una ocasión estuvo preso por el robo de una moto.
Los hermanos del “Inca” aseguran que ninguno de ellos vivió en condición de calle, pese a lo señalado en el informe psiquiátrico. “Edwin y yo trabajamos desde pequeños, pero es falso que Edwin tomara alcohol desde los nueve años o se drogara desde los 11”, dijo Edwar.
Pero es precisamente “ese pasado” el que llevó a Valero a apartarse de su tierra natal, por temor a la vida que tuvo durante el final de su adolescencia y los “enemigos” que guardó desde entonces, explica uno de sus más cercanos confidentes, quien no quiso que su nombre se conociera en público.
“Él tenía muchos recuerdos y miedos guardados, por las cosas malas que había hecho cuando chamo, que era medio ‘malandroso’. A éso se le sumó después el coctel de drogas, Todo éso junto le hacía sentir que cada vez más que lo perseguían”, agregó el amigo.
Valero sufría “de esa paranoia”, desde hace “como año y medio (...) sentía que lo perseguían y de repente le daba un nerviosismo tal que se bajaba del carro. Siguió así y ya a lo último, fue que se le radicalizó más”, confesó su amigo personal.
“Al principio, Edwin temía entrenar boxeo porque el señor Dimas (García, su jefe en la venta de bicicletas y ex boxeador) le había dicho que era peligroso y que la gente podía quedar loca, pero yo comencé a entrenar y después, cuando le conté, él se animó”, relató Edwar.
“Edwin ganó su primera pelea por nocaut, yo (Edwar) la gané por decisión”, se ríe el hermano mayor del ‘Inca’, mientras recuerda esos años de adolescencia.
El futuro campeón tenía 14 años y Edwar 15; un año más tarde, conocerían a Jennifer Carolina: “Edwin tenía 15 años y ‘Caro’ 11, pero era una niña muy alta”. Doce años después la tragedia terminó con la historia de amor entre el boxeador y la muchacha que soñaba ser modelo.
Edwin Valero murió el 19 de abril del 2010, en el calabozo 4 de Policarabobo. La primera versión da cuenta que se quitó la vida tras haber asesinado a su esposa el día anterior. Pero las dudas que pesan sobre la familia Valero Vivas hizo que, el pasado jueves, exhumaran su cadáver.
Los dos hijos del matrimonio, una niña de 5 años y un varón de 7, están bajo la tutela de la abuela materna, Mary Sorani Finol. Los menores pronto comenzarán a estudiar en una escuela católica de El Vigía.

Fuente: http://www.diarioelprogreso.com