domingo, 9 de mayo de 2010

Oswaldo Álvarez Paz

Por: Manuel Malaver - Si Oswaldo Álvarez Paz pudiera leer este artículo en libertad, ya sea compartiendo con su familia o con los miles de amigos que lo admiran y respetan a lo largo y ancho del país ¿no sería una magnífica señal para aliviar nuestra desconfianza en la administración de la justicia quintarrepublicana y establecer que, “a pesar de…”,
en la misma aun quedan jueces y fiscales honestos dispuestos a jugársela porque en Venezuela la aplicación de la constitución y las leyes sea algo más que la sociopatía de un sartal de caudillejos totalitarios y mandones?.

Monstruosidad esta última de la cual “la causa de Oswaldo Álvarez Paz” es una prueba eficiente, contundente y consistente, ya que, por comentar en un programa de televisión las incidencias de una investigación llevada a cabo por un Tribunal de la Audiencia Nacional de España, se le sacó esposado a medianoche de su casa, se le arrojó en un calabozo y se le formularon cargos absurdos e indemostrables que van, desde “conspiración”, hasta “incitación a delinquir”, pasando “por difusión de información falsa”.

Es bueno subrayar que el primero de estos presuntos delitos, “el de conspiración”, no solo le fue imputado contra todo indicio, testimonio o prueba, sino también contra toda lógica, ya que habría que estar en el mundo de los “Juristas del Terror” de Ingo Muller, para demostrar que se puede conspirar solo, sin más concurso ni complicidad, y además, a plena luz día, y a través de las pantallas de televisión.

Sin embargo, no son argucias que detengan el hacha de la justicia chavista, tratándose de un cargo que, de acuerdo al Código Procesal vigente, permite cubrir la formalidad de privarlo de su libertad con el alegato de que genera penas de 9 o más años de prisión.

De modo que, olvídense: fue conspiración, pero pudo ser también narcotráfico, terrorismo, parricidio, trata de esclavos, o evasión de impuestos, pues lo que se busca, no es la verdad procesal o judicial, sino el pretexto político de encerrar por una década, o de por vida, a alguien calificado de peligroso por el G-2 cubano, o la Sala Situacional de Miraflores.

De todas maneras, fue por tamaño exhabrupto -que no es más que el exhabrupto mayor de la cadena de exabruptos con que el Ministerio Público ha pretendido sustentar la causa contra Álvarez Paz-, en que se afincaron los abogados de su defensa para exigir su libertad, ya que, como han alegado persistentemente, no se trata de negarle al estado la atribución de querellarse con un ciudadano si juzga que cometió algún delito, sino que lo haga sin violentar el debido proceso.

Y en este caso, no violentar el debido proceso, es juzgarlo en libertad, llamarlo a comparecer a todos los autos que determine el juicio, pero sin negarle el privilegio que le concede la ley de no menoscabarle una sola de las actuaciones que mejorarían su defensa.

Que Oswaldo es un venezolano que da la cara, lo ha demostrado en innúmeras oportunidades, pero sobre a todo a hora, cuando a sabiendas de que le harían un juicio político para sacarlo de juego y forzarlo al exilio, prefirió quedarse en Venezuela y decirle cara a cara lo que tiene que decirle a los verdugos de su libertad y de Venezuela.

Y el argumento parece que surtió efecto, ya que hace dos días, la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, anunció que el Ministerio Público le retiraba el cargo de “conspiración” y solo dejaba los de “incitación a delinquir” y “difusión de información falsa”, que deberían, de manera automática, procurarle un juicio en libertad.

“Dos días” en los cuales, los abogados de la defensa de Oswaldo, ya concurrieron ante el juez de la causa, y el TSJ, para que se le haga valer un derecho que le fue reconocido por la máxima autoridad del Ministerio Público en Venezuela, la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, pero cuyo efecto pareciera que no depende de la propia fiscal, sino de una autoridad superior a la cual hay que pedirle permiso hasta para respirar.

¿Del presidente del TSJ, del Consejo Moral Republicano, de la Asamblea Nacional, de la Corte Celestial, del mismo Dios?

No, de un individuo que, para colmo de males, no reside en en Venezuela y que solo pasa por aquí de vacaciones, pues prefiere pasárselas en Cuba. Bolivia, Irán o Bielorrusia, pero que, por uno de esos absurdos o ironías de la historia, es el amo, tanto de la justicia, como del poder político en el país.

En otras palabras: que ahora las variables políticas serán las que determinarán si Oswaldo será juzgado en libertad o no, y sería bueno advertirle al ente o persona que las activará, que no se trata de un conspirador, ni de un golpista, ni de un taimado, ni de un hipócrita, ni de uno de esos políticos oportunistas que en segundos, minutos, horas o días puede cambiar de ideología, religión, aliados, y hasta de sexo…si lo dejan.

No, en Oswaldo Álvarez Paz, Venezuela tiene el ejemplo de un político, que no solo ha evolucionado con sus convicciones -las que originalmente lo hicieron militar en la democraciacristiana nacional e internacional- sino, igualmente, con los cambios que la realidad les ha ido imponiendo para hacerlas más útiles, eficientes y funcionales.

De ahí que, ni un solo átomo de concesiones con antiguallas populistas, socialistas, e igualitaristas, de esas que han carcomido la médula de la democracia y la libertad, primero en América Latina, y ahora en Europa, lanzando a los países a pendular entre estados de bienestar ficcionales y despeñaderos hacia la pobreza y la miseria reales.

Una opción, que por valiente e intraficable, condena a la escasez de votos en las elecciones de cualquier signo, pero que prepara el camino para ejercer el liderazgo cuando de las ilusiones no queden ni los malos sabores.

De ahí que insista en mi llamado al ente o persona del cual depende que Oswaldo mañana esté leyendo este artículo en libertad, y rodeados de sus familiares y amigos, que lo tome como un adversario leal y que jamás echará manos a la fuerza y la ilegalidad para hacer valer sus convicciones.

O sea, que no le tenga lo que menos quiere Oswaldo que se le tenga: MIEDO.

Fuente: Fuente: Manuel Malaver - La Razón / ND

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