domingo, 4 de noviembre de 2012

Diplomática venezolana en Kenia temía por su vida

Un grito sordo y largo hirió la tranquila mañana del 27 de julio pasado en Runda, barrio rico del norte de Nairobi (Kenia). Entre sollozos Melissa Valor Méndez, Tercera Secretaria de la Embajada de Venezuela en Kenia, se lamentaba desde el balcón de la Residencia Oficial: “La mataron, la mataron, Olga está muerta”.
Había subido con una escalera prestada junto a unos oficiales de policía para asomarse a la ventana de la habitación de la diplomática venezolana Olga Fonseca, Encargada de Negocios de Venezuela en Kenia, quien no contestaba sus llamadas, ni abría la puerta: “Me asomé (…) y pude ver a Olga acostada en su cama. La llamé por su nombre mientras trataba de ver si estaba respirando por los movimientos de su pecho. Los oficiales señalaron un cable que estaba sobre su cuerpo amarrado a la pata de la cama y unos alicates visibles sobre el colchón. Entonces empecé a gritar”.

Eran pasadas las 10 de la mañana, según narra en el expediente de las investigaciones policiales del asesinato de Olga Fonseca en Kenia. Por el shock emocional los oficiales ayudaron a que Valor Méndez bajara de la escalera y le pidieron que fuese a la policía a presentar una queja formal para ingresar por la fuerza en la vivienda. Salió de la residencia junto a José Miguel Reyes; administrador de la legación venezolana en el carro de éste.

En el camino a la policía vio el carro de Dwight Sagaray, Primer Secretario de la legación, ir a la residencia seguido de una patrulla de policía. Cuando llegaron les dijeron que ya habían enviado unos agentes por lo que volvieron. “Luego la policía rompió la puerta y me llamaron para mostrarles la habitación y lo hice. Al llegar al cuarto me hice a un lado porque no quise ver el cuerpo. Cuando salí con la policía me dijeron que Olga estaba muerta”, cuenta Valor Méndez en su testimonio.

El hallazgo del cadáver fue el último acto de una serie de irregularidades, tensiones y luchas por el poder que los testimonios de los empleados y funcionarios venezolanos de la embajada denuncian en el expediente policial del asesinato de Olga Fonseca.

La fiesta del 05 de julio. Melissa Valor Méndez y Jennifer Schell indican en diversos momentos de sus declaraciones que no se explican la presencia de Mohamed Ahmed Hassan en las actividades de la embajada venezolana. Ambas recuerdan que en julio pasado el embajador de Venezuela en Etiopía, Luis Joubert Mata, visitó Kenia y Sagaray le presentó a ese hombre como el oficial de protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Kenia.

Valor Méndez recuerda que el 05 de julio llegó a las 06:00 pm. a la residencia oficial para celebrar la independencia venezolana: “Vi a Mohamed en ropa deportiva en las instalaciones. Después de una hora apareció vestido con un traje cuando llegó el embajador quien lo saludó y le dijo a Jennifer que era la persona que Dwight le presentó como oficial de protocolo. Jennifer le dijo que ella no sabía si él era un empleado diplomático”.

Diez días después Olga Fonseca fue nombrada como Encargada de Negocios de Venezuela en ese país africano. Las cosas marcharon mal desde su llegada porque fue buscada en el aeropuerto por Dwight y Mohamed que la trasladaron al Tribe Hotel pese a la resistencia de Fonseca quien quería quedarse en la residencia oficial.

Tensa transición. José Miguel Reyes asevera que Sagaray, siendo el Primer Secretario, mantuvo en secreto el nombramiento de Fonseca diciéndole al personal que seguía siendo el jefe: “La entrega de funciones se realizaba muy despacio y cuando le preguntaron por los talonarios de cheques se la pasaba dando excusas. Todo estaba retrasado”.

No fue sino hasta el 20 de julio cuando Fonseca se trasladó a la residencia oficial junto a Schell y Reyes para hacer el inventario. Cuando le preguntó a los empleados si Dwight o Mohamed dormían allí lo negaron. Sin embargo le impidieron la entrada a Alice Muthama, hija del dueño de la casa que le alquilan a la embajada, quien iba a asistir a la reunión.

“Muthama enfrentó a los empleados y les dijo que ellos sabían que Sagaray celebró el cumpleaños de Mohamed en la residencia y ellos mismos los habían atendido”, relata Valor Méndez.

El Primer Secretario llegó tarde porque había avisado que estaba enfermo. Comentó que Fonseca estaba acosando a los empleados y por eso estaba recibiendo llamadas: “Olga dijo que era la austeridad de la Embajada y que si los empleados iban a hablar con él era contraviniendo su autoridad”, cuenta la diplomática.

Dos días después The Standard publicó un artículo de quejas de los empleados de la embajada que tuvo resonancia en otros medios. Por ello el 24 Fonseca convocó a una nueva reunión con funcionarios y el abogado John Mbugua, representante de los empleados, quien llegó a dudar de la legalidad del nombramiento de la embajadora.

“Olga explicó que ella no podía despedir a los empleados sin la autorización del gobierno venezolano. Sin embargo dijo que no se fiaba de ellos, ya que habían desobedecido sus órdenes. Les dijo que iba a pedir al gobierno que los suspendiera mientras se esperaba una decisión final”, narra Valor, la Tercera Secretaria.

La jornada final. El 26 de julio fue un día raro en la embajada venezolana. Fonseca estaba furiosa por la transmisión de una grabación periodística del canal Citizen TV dentro de las instalaciones de la residencia lo que a su parecer “era una violación de la soberanía venezolana”.

Entonces tuvo una larga reunión con el personal de seguridad exigiendo responsabilidades. “Dio instrucciones para que sólo cinco empleados domésticos pudiesen entrar en la residencia y se prohibió expresamente que Dwight o Mohamed tuviesen acceso”, recuerda la Tercera Secretaria.

A las 04:00 pm la Encargada de Negocios acompañada por el administrador y un técnico cambiaron las cerraduras de toda la residencia. Al rato Jennifer Schell recibió una llamada de Fonseca quien le dijo que el carro de Sagaray estaba estacionado afuera de la residencia pero no podía ver quien estaba adentro.

Muy inquieta la diplomática se asomaba incesantemente por la ventana hasta que decidió presionar la alarma. Entonces se preocupó mucho más puesto que los vigilantes pudieron revisar todas las instalaciones menos la casa de los empleados domésticos porque Pedro Busi, el cocinero, se negó a permitir que chequearan sus cuartos.

Ya desesperada Fonseca llamó a Valor Méndez con una rara petición: quería que Schell y ella se escondieran entre los arbustos en las afueras de la casa con una cámara fotográfica porque iba a fingir que se iba. Pensaba que así saldrían los que suponía que estaban escondidos en la residencia y ellas podrían tomarles fotos.

“No fuimos porque teníamos miedo. El administrador me contó después que Olga salió de la residencia en su carro junto con el cerrajero y después de unos minutos, ella le pidió que la condujera de vuelta a la residencia y lo hizo”, finaliza la diplomática.

A la mañana siguiente, entre las 09:38 y 09:42, todos estos funcionarios recibieron un raro y escueto mensaje del número telefónico de Fonseca que decía: “Estoy descansando, los veo en la tarde”. Lo raro es que Jennifer Schell tenía media hora tumbando la puerta de la residencia oficial y el jardinero le decía, encaramado en el balcón, que la embajadora no se movía. Entonces ya todos presentían lo que los gritos de Melissa Valor corroborarían pasadas las 10:00 am: Olga Fonseca yacía muerta en su cama desde la madrugada.

Fuente: Albinson Linares - http://www.ultimasnoticias.com.ve

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